La Gestión emocional durante el error

¿Cada decisión en un partido necesita un segundo?
Las emociones que siente el portero en una situación concreta de juego mientras comete un error, tienen la forma de lo que su cerebro ha decidido que haga, y como ya hemos constatado junto con múltiples estudios de lateralidad y toma de decisiones (Revuelta, A. El cerebro decide, 2020) el cerebro del portero decide casi un segundo antes de que asuma conscientemente lo que va a hacer. Esto indica que, para tomar una decisión de forma consciente, el portero necesita un segundo para actuar.
Reaccionar conscientemente al escenario visual–motor en el que el portero pone el foco en una situación concreta de juego, es imposible si la respuesta técnico–táctica tiene que producirse en menos de dos segundos. Una explicación reside en cómo se comunica el cerebro desde lo más emocional a lo mental.
Durante esta comunicación, el portero percibe las señales a las que atiende, el poseedor del balón, su movimiento, la intención corporal con la que pretende asociarse con los compañeros y engañar al portero para que decida salir, y se equivoque, a través de cualquiera de los cinco sentidos, después el cerebro los registra en dos áreas bien diferenciadas funcionalmente: una en la amígdala y la otras en la neocorteza.
La amígdala, donde reside nuestro cerebro emocional, con los programas más primitivos de supervivencia, trabaja específicamente para recibir las señales de peligro potencial que le permita reaccionar rápido para salvar al portero en esa situación. Es la primera región del cerebro en recibir un mensaje, y en un instante, nos dice si debemos atacar, huir o detenernos.
Sin embargo, en la neocorteza, es donde el portero razona con una fuerte capacidad de evaluación, y de bloquearse si se detiene a analizar en ese momento lo que está ocurriendo. Al estar muy lejos de la amígdala, recibe los mensajes sensoriales más tarde. Por esto la conciencia primero tarda en registrar las sensaciones corporales –lo que siente– y después en reaccionar, y todo ello relacionado con elegir el momento equivocado para evaluar innecesariamente lo que ocurre, porque de esta forma, esta falla comunicativa, provoca que el movimiento corporal, en desplazamientos, aceleradas, frenadas, … previos a cualquier ejecución técnica, retrasen la decisión a nivel táctico.

Como hemos descrito, después de cometer un error, en este escenario emocional, el portero puede sortear o no con éxito esas sensaciones con consecuencias negativas, de ahí la importancia de integrarlas como parte fundamental en el entrenamiento decisional, ya que, en una situación de partido, siempre con la suficiente carga de incertidumbre para provocar un error, esa señal malinterpretada a nivel perceptivo, tiene la capacidad suficiente para que reaccione de forma automática retrasando el movimiento.
Cuando el portero percibe todo esto en su conjunto, es cuando conforma cada sentimiento. El poseedor del balón, el compañero que le acompaña en la carrera, la reacción en el cuerpo, las ideas que acompañan a esa reacción, todo lo que constituye ese sentimiento dirige la percepción hacia la fase mental.
Por eso es tan importante que cada portero sepa regular su psicofisiología y equilibrar su cuerpo, encontrar ese momento en el que la química, la fisiología hagan creer al portero que tiene la sensación de que todo fluye y de que todo esto está en equilibrio. La seguridad de sentir que el cuerpo funciona bien, aun cuando tienes miedo, estás enfadado o frustrado.

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