En el peor Momento

En un instante, para entender un error, un pensamiento recurrente en la mente del portero es que todo ocurre “en el peor momento del partido”. Una idea que puede desencadenar otros errores que inevitablemente le condicionan a sentirse más agarrotado en cada desplazamiento o movimiento que ejecuta, con sensaciones cuanto menos extrañas, un anticipo de estrés. Seguramente, estos pequeños contratiempos que normalmente afrontaría sin mayor dificultad, sin saber porqué, hay partidos en los que le desbordan y siente que no puede gestionarlos emocionalmente durante la dinámica del juego.
Esta situación tiene una explicación. El cerebro del portero para protegerlo del peligro que percibe pulsa el botón del pánico, e inmediatamente libera cortisol, una hormona que consume toda la energía mental, y altera la capacidad para prestar atención, recordar la información con significado, el entendimiento, la toma de decisiones, y transfiere a los sentidos el estado de hipervigilancia. Para entendernos, cuando la mente permanece en calma, el rendimiento mental es óptimo, pero cuando tiene lugar una urgencia emocional que atender, el cerebro se defiende porque su programa prioritario es sobrevivir, provocando así un retraso en otras funciones necesarias como, la intuición creativa y el pensamiento o rutinas entrenadas.
Todo esto hace que el portero sienta que su cuerpo no responde como él quisiera, cometa más errores, se distraiga más, aparezcan pensamientos negativos y cada vez le resulte más difícil comunicarse con sus compañeros porque no puede procesar la información. Lo más probable es que, si el estrés persiste, la situación termine desembocando en lo peor que pueda pensar en ese momento. Por esto, desde el punto de vista de nuestro cuerpo, el estrés se construye sobre el estrés, sin importar lo más mínimo cuál es su causa.
Esta bioquímica que producimos tiene un único destino, o luchamos o huimos. Por la intensidad tan rápida a la que se desarrolla este proceso, durante varias horas el portero queda expuesto a que cada situación nueva de partido fabrique en su cerebro el detonante perfecto para que responda con agresividad a la menor provocación.
Y de nuevo, para gestionar emocionalmente este tipo de situaciones, ponemos el foco de atención en el entrenamiento emocional para afrontar cada la incidencia inmediata. Aunque nuestro cerebro emocional evolucionó hace millones de años, y enseñemos al portero estrategias para mantener la concentración conviviendo con niveles emocionales intensos como el miedo, el pánico, la frustración, la irritación, la ira y la rabia, lo que realmente necesita para sentirse seguro y preparado para afrontar con éxito estas situaciones son recursos internos que le permitan gestionar las sensaciones que el estrés motiva en sus decisiones, acertadas o no.
Eso sí, que levante la mano al que no le haya pasado nunca. Para SER portero, hay que querer SER valiente.

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